veinte
poemas casi de amor
y una canción inesperada (selección)
¿Has oído a los peces?
Cada uno de nosotros va contando
esta noche a la mujer la historia
de la luna. ¿Has oído a los peces?
(De Horst Bingel)
a veces digo que alabado sea el vientre del tiempo
el que parió el amor cruel en mi dormitorio sin aire
aquél que me perdió la risa en la sombra de mis pasos
hasta quedarme sin el sueño profundo de todos los deseos
y a veces digo que alabado sea
envuelto en la penumbra de todas mis soledades
sin vivir en la gracia de un mito en donde las palabras
son ni fueron un ámbito ambiguo y la verdad
era tan real como la piel que siempre me ha faltado
a veces digo que alabado sea el fruto de ese entonces
incluso ahora abandonado al signo sigiloso de mi vida
en donde acuno solamente poemas como este
y a veces digo que alabado sea el vientre de ese tiempo
con la misma fascinación de aquél presente
con el mismo reparo a mi propia fantasía
y me encadeno a los versos como un último recurso
porque no quiero cerrar la mirada todavía ni dormir
en ese miedo atroz de cuerpos entrelazados en alambre
y yo no soy alambre sino miedo y enloquezco
a veces digo que alabado sea el vientre del tiempo
el que parió el amor cruel en mi dormitorio sin aire
y a veces digo alabado sea
La carne convertida en paisaje
en tierra en tregua en acontecimiento
en pan inesperado y en miel...
(De Blanca Varela)
hoy he visto una flor de carne
estirpe de placer y prestigio del dolor
totalmente inexplorada
—lo decían sus labios—
no hice preguntas cercano a su cabello
solamente sé yo que soy el silencio
un tacto confuso de desorden que enciende
la llama de las palabras imprecisas
y no quiero simular un idioma que conozco
ni decir amor en esta tregua inútil de conciencia
¿pero la flor de carne qué ha visto?
¿los ojos derrumbados del cariño?
¿la enloquecida ternura que me queda?
¿mis manos nerviosas cuando callo?
francamente no lo sé y no me importa
saber
tan sólo con estar inquieto en la penumbra
de este tiempo espeso y mutilado
puede que la flor crezca sin que tenga
que cortarla del paisaje de mis ojos
Hubiera preferido
aquí mismo quedar: morir muy felizmente
y muy desconocido
(De Sigfredo Ariel)
una casa siempre será
desnuda al amanecer
—no sé cómo decirte ciertas cosas—
me escondo detrás de cada palabra y sirve
cualquier momento para intentar estar en calma
me olvido de tu mirada y conjugo la sed
observando las paredes construidas en silencio
y sé que entonces soy yo el que sigue aquí
desnudo sin sueño fumando un cigarrillo
con un poco de leche caliente con chocolate
mirando una casa que está naciendo y llora
en su desnudez rimando con otras casas
en donde nunca se ha refugiado la felicidad
e intento acostarme en ese ámbito de sigilo
donde el músculo siempre se contradice y
—no sé cómo decirte ciertas cosas—
desde una casa siempre desnuda al amanecer
No quiero melodía. Ruedan suaves,
Sin melodías, las esferas. Giran
inmelódicas, suaves. ¿Ruedan, giran?
Tácito vals de las esferas suaves.
(De Vicente Gaos)
canción de viento suave gira en torno
a lo que diviso epístola celosa de silencios
baila sabiduría ¿o hay que esperar?
gira tiempo entre las lámparas y el sándalo
sin atender a las pretensiones gira
fugitiva danza entre el ascua del hielo
sombra prematura sin besos ni sonrisa
gira en el ornato leve de las nubes
sin el permiso del tiempo ¿o hay que esperar?
gira entre la fiesta de los nombres
en ese minuto solitario que me queda
entre las manos columnatas de tristeza
inútil estar arrebatando las quimeras
de una magia que siempre nos hechiza
simplemente hay que dejarse traer
gira en la armonía indiferente
hasta que caiga el telón de todas las noches
furtivas de piel entremezcladas gira
gira
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Esteban Pérez Sánchez es un
autor que reside en Valladolid (España).
estpes[at]gmail.com
Ilustración poemas: Fotografía por Manel Quirós ©
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