Se me antojan silencios,
sospecho disfraces,
vigilo más que observo,
y nunca digo mi nombre.
Cuento gotas de lluvia,
para después comérmelas.
Recuerdo canciones y les invento las letras,
bailando mientras camino,
sólo parece que camino feliz.
Arranco flores de los jardines,
nunca del campo,
para después aplastarlas en mis bolsillos,
y perfumar mis manos.
Me siento en los bordillos,
esperando a que se haga columpio,
esperando a que me cuelguen los pies.
Sigo con el parpadeo a los taxis,
sólo parece que no encuentro a alguien.
Monto a hormigas en la palma de la mano,
aguanto hasta que me hacen cosquillas,
persevero hasta que sonrío,
y entonces las dejo que vuelvan al camino.
Soplo nubes,
creo moverlas, creo en la respiración.
La veo subir, sube,
hasta que me deja ver un poco de luna.
Si está llena lo repito hasta volver a taparla.
Sólo parece que se me olvidó pedir deseos de cumpleaños.
Repaso las mesas vacías, con la mano,
y las abrazo.
Les cierro los ojos y me quedo a escucharlas,
a llorarlas.
Quiero tragar el alcohol como antes,
dejándole bajar despacio,
dejándole que se estire desde la garganta hasta las rodillas,
hasta que me seque, y me crea desierto.
Sólo parece que quise viajar otra vez.
Juego a aguantar el sonido del viento en las
ventanas,
al gato que nunca vi debajo de la cama,
a escuchar mis palabras,
sin temblar dos veces.
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Raquel Cortés Fernández,
nació en Vitoria en 1982. Escribe desde los once años, y estudió para
titularse como Técnica Superior en Fotografía Artística. Su afición a
la lectura se la debe a su madre que le leía cuentos a la hora de las
comidas. Ha realizado el libro Laberintos y el taller de escritura
creativa fusionado con la fotografía dentro de la Fundación Ph15 en Buenos
Aires (Argentina), del que se hizo un libro con los textos y fotografías
de los chicos de la Villa.
reitxelus[at]hotmail.com
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